Imaginemos por un instante que le prometemos a ese «niño» que todos llevamos en nuestro interior una recompensa si se comporta bien o realiza determinadas tareas. Ese niño se esmera por cumplir escrupulosamente con todo lo que se le ha pedido, para obtener su premio, pero en el preciso instante en que va a lograrlo le encomendamos otra serie más de tareas.
Usted estará de acuerdo conmigo en que, de hacer esto, lo habríamos engañado. Y hasta se sentirá indignado. Sin embargo éste es el juego oculto que permanentemente nos hacemos a nosotros mismos. Vivimos postergándonos hasta que seamos perfectos para tener derecho a una buena autoestima. Y ese no es el camino. Autoexigencia sí, pero benevolencia también.
No podemos, con la excusa de que primero han de cumplirse ciertas condiciones, aplazar indefinidamente la satisfacción a nuestra necesidad de sentirnos bien y de tener un juicio positivo respecto de nuestra persona.
Si examinamos con objetividad nuestra conducta, podremos apreciar que en el fondo somos sumamente injustos con las condiciones que nos imponemos para alcanzar un buen concepto de nosotros mismos. Es sumamente importante descubrir cuales son las vías por las que evitamos siempre encontrarnos con el juicio positivo que nos debe merecer nuestro Ser interno.
¿Cuales son los requisitos, muchas veces invisibles e intangibles, que necesita satisfacer para sentirse seguro e incrementar así la confianza en usted mismo? Ahora demos el siguiente paso: honestidad, ¿realmente cree que una vez cumplidos esos requisitos será capaz de admitir que se siente bien, o en ese preciso instante se dará cuenta de que todavía no es suficiente, y enfocará la mirada en otro grupo de tareas encomendado?
Esto que acabas de leer no es mio, mas quisiera yo, pero acabo de leerlo en ‘Toma un café contigo mismo‘ de Walter Dresel
Y me veía obligado a compartirlo con vosotros, de momento es un libro totalmente recomendable